Hace un par de días una mujer, que firmaba como Luna roja, se decidió a escribirnos, “porque últimamente estoy bastante al límite y me siento un poco desamparada. La verdad es que una no puede ir hablando abiertamente de sus movidas sexuales para no incomodar al personal o ser tachada de fresca injustamente por sus amigos/as, por eso os quería comentar aquí mi situación”. Tras preguntarle qué deseaba que hiciera, subo su petición en forma de post para que no pase desapercibida. Dice así:
“Estoy con David desde hace cuatro años. Al principio la cosa comenzó bastante mal, porque las relaciones sexuales eran muy mediocres. Para resumir: un acto físico que duraba 5 minutos y fuera. Como conejos. Terrible para mí, ya que me considero una persona muy sexual y creativa, tierna y amorosa, y el sexo me permite expresarme tal como soy en toda mi plenitud y, aunque parezca exagerado, con el sexo tengo la sensación de vibrar con el universo, me siento viva, siento que la vida tiene sentido, el buen sexo llega hasta a justificar mi existencia (añado aquí que tengo la suerte de que mi vida está llena de muchísimas cosas bellas y personas, incluso el arte). Me puedo pasar un día entero haciendo el amor, comunicándome con el otro con mi cuerpo, mi mirada, mi ternura…
Pero… no me gustan sus besos (todo empezó por aquí). Sus besos no me hacen volar, no me cuentan historias. A mi parecer, una buena relación sexual se basa en unos buenos besos y caricias. Todo lo otro va viniendo y puede ser de mil maneras distintas, depende del día, de la pareja, etc. No es tan importante, tengo el orgasmo súper fácil y soy multiorgásmica, pero pienso que lo importante es el camino, para tener orgasmos ya me apaño muy bien yo solita. A él se lo he dicho. Pienso que cuando hay un problema hay que hablarlo. Pero, ¿cómo se arregla eso? ¿Tiene arreglo? ¿Cómo puede ser que no me gusten los besos de mi pareja, cuando para mí es algo tan importante?
Con David lo dejamos dos veces, pero era un sinvivir estar separados, y al final acabamos saliendo y viviendo juntos. Es atento, me quiere un montón, es divertido, inteligente, nos potenciamos el uno al otro, tenemos una conexión mental impresionante, unos valores en común, nos divertimos haciendo actividades juntos… Cuando pienso en hacer una actividad o un viaje, con quién disfruto verdaderamente es con mi pareja. Estamos muy conectados mentalmente, nos lo montamos genial, el goce es de los dos. Digamos que somos los mejores amigos. En fin, la gente nos dice que somos la pareja perfecta. Pero yo, cuando hacemos el amor, lloro a escondidas. Porque siento mutilada una parte de mi.
Es evidente que en estos años la cosa ha mejorado bastante, pero no lo suficiente. Los libros de Sylvia me han ayudado a sentirme comprendida y no sentirme una ninfómana insaciable. Lo que está claro es que no quiero ir por la vida como una mal follada y tengo relaciones con otros hombres. Concretamente con uno. Nos reunimos en un hotel y nos amamos hasta atravesarnos la piel.
David no sabe nada de esto. Alguna vez le he planteado tener una relación abierta, pero no quiere ni oír hablar del tema. Es muy tradicional, me dice que sólo lo voy a engañar UNA vez. Suena a amenaza, sí. Y ya veis como es la realidad. Él está encantado conmigo. Somos felices juntos. No me imagino la vida sin él y todas estas cosas buenas que compartimos y que nos aportamos.
El tema es que tengo 33 años y me ha planteado tener hijos, y pienso que él sería un buen padre, pero siempre está la inseguridad de que nuestra relación se rompa por si descubre mis infidelidades, pero las necesito para ser feliz y para sentirme realizada como persona. Me sabría mal por los hijos y por él, porque sé que quiere una familia estable. Y yo también, ¡claro! ¡Qué más querría yo que nuestra pareja fuera autosuficiente!
Yo corro mis riesgos, pero vida sólo hay una y no quiero perderme nada. Le quiero y odio engañarle, pero tampoco me siento mal por hacerlo, porque es la única forma de seguir estando junto a él. No estoy nada satisfecha de mis infidelidades y cada vez me da más palo conseguirlas. No es fácil cuando una tiene pareja y también me cuesta encontrar a alguien que me atraiga y que sea discreto, etc.
A veces incluso pienso que mis infidelidades, por paradójico que parezca, son una prueba de mi lealtad, de querer mantener a mi pareja, de seguir compartiendo la vida juntos… Pero David seguro que no lo vería así. Y por eso me arriesgo a perder todo lo que tenemos.
Yo misma me doy cuenta de mis palabras y de la gravedad de la situación. No quiero vivir sin mi mejor amigo y no quiero follar con él, porque el sexo con él no me importa nada. Muchas gracias a todos/as por vuestra proximidad y por dejarme un espacio entre vosotros/as.”